El monitoreo visual de calidad de hábitat acuático se trata de un método de evaluación de características observables de los sistemas hídricos. Permite estimar de manera rápida el estado ambiental de un curso de agua, generalmente expresado mediante índices de calidad. Éstos se obtienen al analizar distintas variables a las que se les adjudica un puntaje y luego se suman para obtener un valor que representa la calidad. En ciertos casos se ponderan algunas variables en lugar de otras, es decir que su valor tiene una mayor importancia al momento del cálculo del índice.
Se pueden distinguir distintas metodologías utilizadas en monitoreos visuales de calidad de agua:
Inventarios de campo: se basan en la identificación y localización espacial de propiedades del ecosistema y de actividades que pueden afectar su calidad (Hirata, 2002).
Índices de calidad de ribera: hacen una valoración de la calidad de las riberas fluviales y brindan información del grado de alteración que han sufrido. Algunos de estos índices son el Índice de ribera, canal y ambiente (RCE en inglés), Índice de calidad del bosque de ribera (QBR), Índice de calidad ecológica de las riberas (RQI), Índice de vegetación fluvial (IVF) y el Índice de evaluación del bosque de ribera (RFV). El RCE analiza el uso de los suelos próximos a las riberas, la estructura física de las riberas y canales, y grupos biológicos como la vegetación acuática y de ribera, peces y macrobentos (Peterson, 1992). El QBR se basa principalmente en el tamaño, la estructura y calidad de la cobertura de plantas (Figura 1) (Munné et al., 1998) y el RQI considera particularidades del monte ribereño, como su tamaño, la conectividad entre el monte y el cauce, la composición y la continuidad longitudinal de la vegetación, es decir, a lo largo de las márgenes del curso (González del Tánago et al., 2006). El IVF integra información sobre la naturalidad de la vegetación de ribera, como la presencia de plantas de ambientes ribereños fuertemente conservados y de plantas exóticas (Gutiérrez et al., 2001). Por último, el RFV toma en cuenta especialmente las dimensiones espaciales del bosque de ribera y su capacidad de regenerarse (Magdaleno et al., 2010).
Figura 1. Cobertura amplia de la vegetación de rivera. Foto: Núcleo Aguas Urbanas.
Índices de calidad de hábitat: se utilizan para evaluar aspectos físicos y biológicos del entorno de sistemas acuáticos. Puede mencionarse el Índice de hábitat fluvial (IFH) y el Índice de evaluación de la calidad de hábitat (QHEI). El IFH considera variables físicas como la presencia de tramos rápidos, niveles de velocidad y profundidad y tipos de sustratos del cauce. También evalúa elementos que favorecen la heterogeneidad del hábitat como la diversidad de fuentes de alimentos (Pardo et al., 2002). El QHEI se emplea para evaluar la calidad del hábitat de la comunidad de peces y otros organismos acuáticos. Algunas características que analiza son los tipos de sustratos, la presencia de rocas, troncos y plantas acuáticas en el cauce, morfología del canal, vegetación de la zona ribereña, niveles de erosión de los bancos laterales y presencia de tramos rápidos y zonas profundas (pozones) del canal (Taft y Koncelik, 2006).
Protocolo visual: constituye una metodología de evaluación local rápida y simple, que permite la participación de personas sin experiencia previa en el estudio de la condición ambiental de ecosistemas acuáticos, por lo que también supone una herramienta educativa. No implica una gran inversión de dinero y tiempo. Cuando se aplica de manera reiterada en un ambiente en particular, favorece la identificación de cambios en el tiempo y problemas que lo estén afectando. Es sumamente útil para pobladores locales que pretendan conocer el estado de cursos de agua cercanos (Figura 2). Sirve como base de proyectos de participación ciudadana que se orienten a la conservación y restauración de sistemas deteriorados, como los ríos y arroyos urbanos (Rodríguez y Ramírez, 2014).
Figura 2. Monitoreo visual de calidad ambiental de una cañada en la ciudad de Bella Unión. Foto: Núcleo Aguas Urbanas.
Está diseñado para la obtención de un índice que refleja el grado de la calidad ambiental. Consta de una serie de elementos a evaluar por observación, cada uno acompañado de un texto que describe en detalle las propiedades que hay que considerar al momento de su análisis. De acuerdo a lo observado se adjudica en una planilla de evaluación un valor numérico a cada elemento. El índice se calcula como el promedio de estos valores.
Considerando que son un método de evaluación local, los protocolos visuales suelen tener variaciones de acuerdo al país o región en el que se implementan. Por ejemplo, algunos han sido especialmente formulados para regiones de Estados Unidos (Natural Resources Conservation Service, 2009), zonas Andinas de Colombia (Chará, 2004) y Puerto Rico (Rodríguez y Ramírez, 2014). Más allá de las diferencias entre los protocolos, éstos suelen conservar ciertas variables a analizar, como la condición del canal, bancos laterales y zona ribereña, cobertura de la vegetación, apariencia del agua y presencia de obstáculos en el flujo del canal.
En Uruguay, el Centro Universitario de la Región Este, junto al Núcleo Interdisciplinario Aguas Urbanas ha desarrollado un protocolo visual para la determinación del estado ambiental de cañadas (ProEVi-Uy). El mismo consta de 10 elementos de evaluación: ocupación de la planicie de inundación, cantidad del área riparia, calidad del área riparia, condición de bancos laterales, condición del canal, meandros (Figura 3) y pozones, presencia de efluentes, apariencia del agua, enriquecimiento de nutrientes y presencia de basura. Los elementos reciben una puntuación de 1 a 7 y se obtiene un promedio del total que se corresponde con un rango de puntaje (Tabla 1). Valores elevados indican una mejor calidad ambiental.
Figura 3. Meandros en una cañada en la ciudad de Salto. Foto: Núcleo Aguas Urbanas.